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Relato lésbico: La caja
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Relato lésbico: La caja

En este relato sexual, una pareja de lesbianas recibe en casa una misteriosa caja con artículos eróticos. Cada uno de los juguetes que contiene harán que disfruten durante horas de una divertida y excitante sesión de sexo con todos sus sentidos.

La caja

Su móvil vibró en el bolsillo de sus shorts. Un Whatsapp de Lara. Leyó.

– Amor, acaba de llegar a casa una caja a mi nombre. Tú no sabrás nada, ¿no?

Una sonrisa se dibujó en su cara mientras le contestaba que llegaba enseguida y que la esperara para abrirla juntas. Minutos después, se sentaron en la cama y comenzaron a desembalarla.

La caja era negra de terciopelo y con un lazo fucsia muy llamativo. Lara tiró de él y vio, lo primero, un seductor antifaz. Intuía de qué iba el tema. No obstante, Marta le impidió continuar descubriendo qué más había en su interior.

En su lugar, le dio un beso en los labios y le acarició la pierna, a la vez que le ajustaba el antifaz y la tumbaba sobre los almohadones.

Llenó de besos su cuello mientras le quitaba la ropa. Lara se agitaba sobre el colchón. Acarició superficialmente su sexo y comprobó que estaba ya muy húmeda. Sus pezones erectos fueron los primeros en entrar en contacto con, lo que parecía, un líquido espeso. Se estremeció cuando sintió que este chorreaba por sus senos. No obstante, la hábil lengua de Marta evitó que se extendiera mucho más. Olía delicioso, como a chocolate.

De repente, volvió a notar caer más de ese sirope en su tripa. Parecía que Marta se estaba poniendo las botas. Ella paró un momento y escaló hasta los labios de Lara, para fundirse en un beso altamente dulce. Lara ardía en deseos de saber qué más había en esa misteriosa caja.

Los labios sabor a chocolate de Marta volvieron a bajar por el cuerpo de su chica hasta detenerse en su pubis. Pero antes, vertió nuevamente un poco más de ese cálido elixir en su zona más íntima. El solo roce del líquido en su clítoris ya puso a Lara a cien. Marta lo esparció con su lengua, chupando con ganas. Cuando ya no quedaba ni resto, siguió lamiendo su sexo al ritmo de la respiración agitada de Lara, con la que le decía que no parara. No eran necesarias palabras.

Súbitamente, sintió un aparatito juguetón en su interior. Vibraba intermitentemente a la vez que Marta se deleitaba en su clítoris, cada vez más hinchado y a punto de estallar. Ese cúmulo de sensaciones provocó que Lara se corriese de manera escandalosa. Se quitó de un tirón el antifaz para observar a su chica conducirla al orgasmo.

Junto a ella había un pequeño mando a distancia y la caja. Complacida, comprobó cómo aún quedaban otras interesantes cositas que probar.

Andrea B.C.

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