Relato lésbico: Boquitas traviesas

Boquitas traviesas
Estaba anocheciendo y los termómetros debían de estar ya bajo cero. Era la clase de tarde en la que lo mejor era estar en casita y resguardada. Esto estaba pensando Vicky mientras se encaminaba al metro. Tenía las manos hundidas en los bolsillos de su abrigo cuando notó la vibración de su smartphone. Era un mensaje de Daniela preguntándole cómo estaba. Siguió leyendo y se quedó atónita cuando se tropezó con un ‘Te invito a cenar hoy, ¿qué me dices?’. Que ¿qué le decía? Era incapaz de negarse. Llevaban por lo menos un mes tratando de quedar y había resultado imposible. Sin embargo, la pelota estaba ahora en su tejado.
Una hora y media más tarde estaban saludándose frente al restaurante. Durante la cena, esa distancia que llevaba sintiendo Vicky hacia ella desde que no se veían, se fue haciendo más y más pequeña. Vicky deseaba besarla, pero lo cierto es que nunca se daban muestras de cariño en público. Dani era cálida de puertas para adentro, pero se mantenía en su sitio el resto de ocasiones.
Cuando terminaron de cenar, Dani propuso ir a su casa, tal y como solían hacer antes. Vicky no podía estar más de acuerdo.
Al entrar en su habitación, a Vicky le vinieron cientos de imágenes a su cabeza de esas noches interminables que pasaban juntas entre esas cuatro paredes. Dani se tumbó en la cama y Vicky se sentó a su lado, un poco nerviosa, como si fuera la primera vez. Entonces, recordó lo bien que le sentaba a Dani la luz tenue de aquella lamparita. Ella era guapa, pero así estaba irresistible.
Continuar hablando de banalidades era perder el tiempo y las dos sabían muy bien qué estaba por pasar. Vicky se aproximó a Dani en busca de sus labios. Se colocó sobre ella, con una pierna a cada lado del cuerpo de Dani y paró de besarla un segundo para deshacerse de su camiseta. Dani acarició su tripa y sus senos mientras Vicky se desabrochaba el sujetador, esperando hacer en breve lo mismo con la otra chica.
Le besó el cuello y bajó hasta su ombligo. Levantó su vestido hasta que los pechos de Dani emergieron, firmes y sabrosos. De súbito, esa dulzura que estaba caracterizando esos instantes, dejó paso a la más absoluta perversión. Manoseó sus tetas y succionó sus pezones hasta que se hicieron enormes en su boca. Metió la mano en aquellas braguitas sexys de Dani y descubrió que estaba muy mojadita. Ese hallazgo le puso a cien. Podía notar su clítoris abultado cuando comenzó a acariciarle el sexo.
Vicky se desnudó también y se masturbaron mutuamente. Casi se le habían olvidado los escandalosos gemidos que emitía Dani. Sin embargo, aún quería hacerla gritar más. Su cara de viciosa delataba sus intenciones.
Descendió hasta su pubis rasurado y empezó a besarlo con morbo, mientras su dedo índice juguetón iba adentrándose en ella y allanando el camino. Lamió su coñito con ganas y suavidad, pues sabía exactamente la forma de hacerlo que enloquecía a Dani. Esta no paraba de agitarse y le hizo saber a Vicky que ella también quería darse un festín con el suyo.
Sentir la lengua traviesa de Dani en su sexo animaba a Vicky a lamérselo con más ímpetu. En el albor del orgasmo, notó que algo la penetraba, un juguetito que no hizo sino intensificar su clímax y desencadenar el de su amiga.
Se tumbaron la una al lado de la otra y se metieron bajo el edredón para acariciarse y mimarse. Vicky adoraba el sexo con ella, pero, si tenía que elegir, se quedaba con esos momentos posteriores en los que verdaderamente se hacían una.
Andrea B.C.