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Relato erótico: "Profesora particular"
¡Lo último!

Relato erótico: «Profesora particular»

Como cada miércoles, Valentina se encaminaba a casa de Mery, su profesora de inglés. También como cada miércoles, llegaba tarde. No sabía cómo se las apañaba, pero siempre tenía que hacer el último tramo hacia su casa corriendo. Sin embargo, Mery era muy comprensiva y nunca se lo recriminaba. Aunque era inglesa, lo cierto es que Mery no tenía los rasgos típicos. Al contrario, era bastante morena de piel y poseía unos ojos color miel que siempre buscaban los de Valentina para comprobar si había entendido la lección.

A esas horas de la tarde, los termómetros marcaban menos de 0º. Entrar en casa de Mery era como entrar en el paraíso, pues los radiadores estaban a toda potencia. Esta la esperaba sentada junto a le mesa, vestida con unas mallas y una camiseta de manga corta ceñida. Cuando se sentó a su lado, no pudo casi apartar la vista de sus pechos, que sobresalían de manera casi exagerada. Mery era de baja estatura y de rostro gracioso.

Le ofreció un té y fue a preparárselo a la cocina. Apareció también con una porción de tarta de zanahoria que había hecho ella misma. Le comentó a Valentina que se lo comiera tranquilamente, que no tenía prisa con la clase de hoy.

La verdad es que Valentina nunca se había fijado en ella de aquel modo, pero ese día le costaba concentrarse. Mery comenzó la clase, mientras aquella saboreaba la deliciosa tarta. Con total naturalidad, se acercaba a Valentina y le apuntaba las palabras nuevas en su libreta. Esta se fijó más en su cara y descubrió que tenía una cara muy aniñada, pese a sus 32 años.

De repente, se deslizó de su cuchara un trozo de pastel directo a su jersey blanco. En cuanto Mery se percató, le ayudó a limpiárselo. Pasó su dedo índice por aquel pedacito y se lo llevó a la boca. Humedeció ligeramente la servilleta con su lengua y frotó la mancha que estaba a la altura del pezón de Valentina. Mery continuaba frotando mientras la otra sentía cómo se mojaba su sexo. Creía que se correría ahí mismo. Afortunadamente llevaba sujetador y Mery no se daría cuenta, pero sus pezones comenzaban a hincharse.

Valentina, entonces, puso su mano en uno de los muslos de su profesora, sin que esta pusiera objeción. Incluso, la hundió entre ambas piernas, acariciando todo lo que encontraba a su paso. Mery las separó levemente de forma que aquella pudiera acercarse más a su vagina. Palpó sus labios íntimos por encima de aquellas mallas y casi podía notar su creciente humedad.

Aproximó su boca a la de Mery, comprobando que manejaba su lengua con absoluta maestría. Esta recorrió las comisuras de sus labios y fue bajando hasta su cuello y luego hasta su escote. Su lengua se adhirió a sus pezones mientras sus labios tiraban de ellos con sensualidad. Valentina se estremeció y acarició los pechos de aquella también. Le bajó el sujetador hasta dejarlos libres y para su total deleite. Observó unos segundos esas tetas perfectas bajo sus manos. Eran grandes pero firmes, tan apetecibles que no pudo resistir un minuto más sin lanzarse a ellas.

Mery empezó a susurrar algo en inglés que Valentina no pudo entender y eso le puso más cachonda.

Valentina, entonces, tiró de sus mallas hacia abajo hasta dejarla en braguitas. Se arrodilló y comenzó a lamerle el sexo por encima de ellas, notando la impaciencia de Mery a juzgar por su respiración agitada. Las apartó y se sumergió en su sexo, mientras su lengua se enrollaba cual víbora en él. Consiguió arrancarle un orgasmo en apenas unos minutos, pero esta pedía más. Sujetaba su cabeza con fuerza y le impedía moverse de ahí abajo.

Mery no paraba de encadenar orgasmos y Valentina cada vez estaba más caliente. Se levantó del suelo con sus labios brillantes de fluidos y le propuso ponerse más cómodas en el sofá. Primero se tumbó Mery y Valentina abrió sus piernas hasta sentir la vagina de aquella en la suya. Súbitamente empezó a moverse más y más rápido y, entre gritos de placer, no tardó en correrse y saborear el clímax.

Casi se había cumplido la hora de clases y Valentina tenía que marcharse. Después de unos achuchones, recogió sus cosas y se despidieron hasta la próxima. Aunque probablemente ninguna se refería a la lección.

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