IMPORTANTE. Sólo para mayores de 18 años

Sólo puedes acceder a Pasionis.es si eres mayor de 18 años. 

Por favor, confirma que tienes más de 18 años o haz click en «salir».

Relato erótico: "Masaje con happy end"
¡Lo último!

Relato erótico: «Masaje con happy end»

Los relatos eróticos beben de nuestras fantasías, pero hay pocas cosas tan excitantes como saber que ese relato es real y que ocurrió de verdad. En esta historia erótica real de una anónima, un masaje se convierte en la excusa perfecta para una sesión de caricias pasionales.

relato erotico

Un masaje con happy end

Una tarde de hace varios años, un chico bastante mono me agregó al ya obsoleto Tuenti y resultó que vivía unos bloques más abajo que yo. Después de mandarnos algunos privados, decidimos quedar y conocernos. Me cayó bien en esa primera cita y, hablando de nuestras vidas y milagros, resultó que era un experto en masajes. A partir de ese día se convertiría, en las conversaciones privadas con mis amigas, en «mi vecino el de los masajes», que yo, de momento, no había probado, pero, sólo era cuestión de tiempo.

Pese a vivir tan cerca uno del otro, por mala sincronización de agendas, quedábamos una vez al mes y, mientras no nos veíamos, conversábamos por mensajes acerca del masaje que me tenía preparado. Aunque aún no había pasado nada entre nosotros, saltaba a la vista que había atracción por parte de los dos.

Quizás por vernos tan poco, debíamos aprovechar el tiempo al máximo y, ya en la tercera cita, me fui con él para que me diera ese masaje tantas veces prometido. Era viernes y estaba solo en casa. Teníamos para nosotros una gran habitación con luz tenue, música, una cama de 150 y, sobre todo, toda la noche por delante. Eso sí, para que no fuese muy violenta la situación, decidimos entonarnos un poco con lambrusco antes de subir al dormitorio.

Ya más contentillos y menos cortados fuimos a la habitación y le pregunté: «Entonces, ¿qué me quito?». «Al menos, la camiseta», me respondió él. Sin embargo, pensé que un masaje profesional debía darse por todo el cuerpo, así que únicamente me dejé las braguitas y me tumbé boca abajo. Posteriormente, me reconocería que el solo hecho de verme ahí solo con unas minúsculas bragas le puso cachondo.

Él decidió seguir mi ejemplo y se quedó en calzoncillos. Entonces, se sentó encima de mí y comenzó a masajearme la espalda con mucho aceite y gran habilidad. Poco a poco empecé a notar cómo su pene se ponía duro y crecía. Y es que, aunque realmente tenía unas manos prodigiosas y profesionales, rápidamente pude sentir cómo le gustaba restregar su miembro contra mi trasero y mis piernas.

Cuando se cansaba de mi espalda, bajaba hasta mi entrepierna y me introducía la mano rozando levemente mi vagina por encima de las braguitas. Uf, eso me ponía a mil. Luego volvía a subir hasta mi culo y lo sobaba con gran dedicación. Y seguía subiendo sus manos al tiempo que aproximaba más y más su miembro excitado hacia mí. Descubrí que sentía unas ganas locas por tocarme los senos, y que, todavía yo de espaldas, él intentaba inútilmente deslizar sus manos hasta ellos. Así que, para facilitarle las cosas, le dije: «Ahora toca masaje por delante, ¿no?».

Él continuó sentado encima de mí, pero se alzó un poco para que pudiera darme la vuelta. Una vez cara a cara, mi húmedo sexo estaba justo bajo el suyo. No tardó ni medio segundo en abalanzarse hacia mis pechos, cogiéndolos con impaciencia y jugueteando con mis pezones con sus dedos, hasta que su lengua entró en acción. A esas alturas yo ya estaba muy caliente. Le sujeté la cabeza y la atraje hacia a mí, pues ansiaba besarlo. Fue un primer beso ardiente y pasional. Le mordisqueé su labio inferior varias veces y pude averiguar que eso le encendió mucho más.

Hizo un camino de besos desde mi cuello hasta mi clítoris, bajándome las braguitas con suavidad. Me abrió un poco más las piernas y comenzó a lamer y, cuando alcancé cierta excitación, me introdujo un dedo mientras su lengua continuaba recorriendo todo mi sexo hasta que llegué al orgasmo. Aun jadeando, mi boca volvió a encontrarse con la suya y pude saborear mis fluidos directamente de su boca. Es algo que nunca me ha dado asco.

Mientras nos besábamos, pensé que yo todavía no había tocado su pene. Lo encontré ya totalmente erecto y lo froté con intensidad. Me dijo que de seguir así se correría enseguida, así que decidió penetrarme en ese instante. Apenas duró unos minutos, pero no me importó porque yo ya había tenido mi ración de orgasmo.

Después, con total normalidad nos pusimos a hablar y nos dormimos. Fue la primera y última vez que hicimos el amor, ya que se fue al extranjero a los pocos meses y no le he vuelto a ver. Han pasado tres años desde entonces.

 

Uso de Cookies - Pasionis.es utiliza cookies para que tengas la mejor experiencia de usuario. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies. Si quieres saber más sobre las cookies haz click aquí

ACEPTAR
Aviso de cookies