Relato erótico: Frac MagnuM

Los apetitos carnales de Almudena
2. Frac MagnuM
Almudena abre el ordenador y descubre un mensaje de la red erótica Sexo Triple X. Es el contrato. Desde ese momento podrá participar en todos los juegos eróticos que se le ocurran. Llama a su amiga Yoli para contárselo y preguntarle algunas dudas…
―¡Me han aceptado! ―canturrea.
―¡Estás entusiasmada! No te convertirás en una ninfómana, ¿verdad?
―Tranquila.
―Yoli, si surge, ¿puedo tener sexo fuera de la red, verdad?
―¡Por supuesto!
―¡Guay! Esta noche voy a la disco… igual pillo cacho…
―Puedes follar con quien te dé la gana y utilizar la red cuando te pique el chichi. Tu compromiso es guardar la confidencialidad de los encuentros y la identidad de tus amantes.
―Ok.
―¡Ah! Se me olvidaba, Sexo Triple X te enviará invitaciones. No estás obligada a aceptarlas.
―¡Mola! Bueno, Yoli. Tengo cosas pendientes.
―Hasta mañana, Pasión25. Jejeje…
Horas más tarde, Almudena entra la discoteca Kapital de la calle Atocha. Se queda en la primera planta, ¡le chifla la música house! Los gogós están descansando; se sube a bailar en una de las plataformas. Desde lo alto se cree la reina del lugar, como si todos los machitos alfa la estuvieran mirando.
Piensa que lleva un cartel colgando en el que pone: “Acabo de romper con mi novio. Estoy libre y quiero follar”. Se parte la caja. Se ha tomado unos cubatas de más y necesita ir al baño.
Está de pie sobre la taza, escuchando ese sonido triunfal que sucumbe entre sus muslos convertido en una lluvia dorada y cálida. Asoma la cabeza entre las perneras y siente su sexo de hembra en celo. Toquetea sus labios externos y habla con ellos:
―No poneros nerviosos, en media hora tenéis una polla dentro.
Sale recordando la noche anterior y se pone cachonda. Se pide otra copa y, en medio de la pista, avista a un potro de piel alabastrina. Brillante y azulada, como las efigies nubias; complexión fuerte y rasgos tribales. Lo mira con ojos dulzones que dicen: “¡cómeme, cómeme!…”. Ronronea como una gatita, deslizando las yemas de sus dedos por el borde del estilizado vaso.
―Nena, me estás poniendo como una moto ―le dice el mulato, con un peculiar acento.
―¿No me digas?… ―contesta repasando el contorno de sus labios con la lengua.
La coge con fuerza y le da un suculento morreo. Las lenguas trenzadas en el interior lujurioso, excitados.
―¡Quiero follarte, blanquita! ―le susurra, lamiendo el lóbulo de su oreja.
―Y yo ti, carboncito.
Almudena lleva un dos piezas de satén color hielo con estampado disperso, falda mini con vuelo ―no más de un palmo por debajo del pubis― y top palabra de honor. Debajo, una cazadora de cuero negra de Stradivarius que le sienta genial. El chico pasa una mano por debajo de la falda y mete los dedos por el lateral del cullotte para empezar a masturbarla. Su vagina chorrea. Lo quiere dentro ya. Lo arrastra a los baños, cierra la puerta de un taconazo. Lo aprisiona contra la mampara y palpa su sexo, ¡es brutal!
―¡Mmm! ¡Cómo me pones, nena! ―dice, magreando su firme trasero.
―No hables ―sugiere ella.
Lo empuja ligeramente. El mulato se queda sentado sobre la tapa del inodoro. Almudena se quita la braguita y se la pasa por delante de los morros. Él la olfatea y se toca la entrepierna. Se desabrocha la bragueta. Un ídolo azabache con boca de pez rosado asoma por arriba de su bóxer.
―¡Stop, tigre! Antes quiero un cunnilingus. ―ordena.
Se levanta la mini y abre las piernas; su vulva sobre esos morros gruesos y babeantes que la aprisionan. Bebiendo la incontinencia de sus labios externos, separados como una flor que abre sus pétalos ante el astro que consume sus fluidos. Almudena grita cuando llega al orgasmo, arañando las contracciones de su vientre. Minutos después se sienta mirando a ese hombre, palpando el sudor de su rostro, introduciendo sus dedos en la carnosidad que la ha venerado. Con la otra mano, encara el pene en su íntima hendidura, introduciéndoselo hasta la garganta.
El amante masajea su espalda y lame las redondeces que asoman por arriba del bustier. Bailan a ritmo de un R&B sureño repleto de sensualidad hasta que jadean, empapados en la lascivia del éxtasis. Es la primera vez que prueba la ambrosia suculenta de un buen mulato oscuro que, además, la idolatra como a una deidad del mismísimo Olympo. Almudena tiene otro orgasmo. Él eyacula dentro. El semen resbala por sus muslos como leche condensada, sabrosa y espesa.
―¿Cómo te llamas? Yo… ―Almudena no le deja hablar.
―No quiero saberlo. Puedes llamarme Pasión25.
Antes de despedirse se dan los teléfonos, pero lo rompe tras retocarse el maquillaje. No quiere repetir amantes, aunque siempre es bueno tener a mano un Frac MagnuM para darle lametones o para que derrita su crema sobre tu cuerpo.
¿Quieres leer más textos de Anna Genovés? Visita su blog, Memoria perdida.