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Relato erótico: Desnudas al sol
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Relato erótico: Desnudas al sol

Relato erótico lésbico en el que dos chicas se embarcan en unas vacaciones muy placenteras. Andrea B.C nos sitúa en una playa nudista, con dos mujeres desnudas al calor del sol, cuando la crema es sólo la excusa para las primeras caricias que culminan en el sexo más húmedo.

Dos cuerpos desnudos al sol

Jueves por la tarde. Operación salida. Dirección: sur. Julia y Pepa tenían todo preparado para pasar el puente en la playa. Había vuelto el calor y el hombre del tiempo aseguraba que esos días serían casi veraniegos. Lo cierto es que la amistad de ellas dos se remontaba tan solo a tres meses atrás, cuando coincidieron en un curso intensivo de alemán. Pepa no se fijó en Julia en un principio, o al menos simplemente le pareció una tía buena más. Sin embargo, cuando fue conociéndola se percató de que detrás de ese pronunciado busto que tanto le hacía distraerse en clase, había un gran corazón que le ofrecía un apoyo incondicional cuando se le atragantaba alguna declinación.

De modo que, acercándose estas minivacaciones, ambas se encontraron sin planes pero con muchas ganas de tenerlos. Decidieron, así, viajar juntas y pasar tres días y medio de relax en la costa. Julia sabía de unas playas paradisíacas en el sur, así que hasta allí partieron.

En cuanto abrieron la puerta de la habitación del hotel, se dispusieron a abrir las maletas en busca de los bikinis para no perder tiempo. Sin pudor y ante una atónita Pepa, Julia comenzó a bajarse los pantalones y las braguitas para cambiarse ahí mismo. Nerviosa, Pepa se encerró en el baño intentando no perder la compostura. Se hubiera abalanzado sobre ella en ese momento. Pensó si sería capaz de aparentar normalidad y solo amistad en esos días cuando Julia saliese de la ducha o cuando durmiese a escasos centímetros de ella. Abrió el grifo del lavabo para echarse agua en la cara. Se cambiaría aquí, tranquilamente.

Notó que tenía el tanga un poco mojado. Solo habían bastado dos segundos de ver a Julia semidesnuda para desatar su imaginación. Pasó sus dedos suavemente por su clítoris, mirándose al espejo. Eso le gustó y decidió seguir frotándose cada vez más rápido. En su mente estaba Julia, que ya llevaría un rato esperándola. Terminó y se puso su traje de baño rápidamente.

Pero ésta tenía una sorpresa que Pepa nunca hubiera esperado. Durante 20 minutos recorrieron carreteras muy curvas y se adentraron por caminos que parecían no tener fin. Y llegaron. Un cartel sobresaltó a Pepa: ‘Atención, playa nudista’. Miró a Julia y solo encontró una sonrisa divertida dibujada en su cara.

El paraje era increíble, virgen, solo con un par de cuerpos exhibiéndose al sol. Pronto, ellas les harían compañía. Posaron la toalla en la fina arena. En menos de 10 segundos Julia se desvistió y para sorpresa (ya la segunda) de Pepa, esta ni se había molestado en ponerse bañador debajo de la ropa. La miró de reojo y vio sus senos redondeados que apuntaban al sol y una vulva perfectamente rasurada.

Se tumbaron, ambas desnudas y, pasados unos minutos, Julia miró a su compañera y comentó: «Necesitas crema. Voy a echarte». Boca abajo y ya de nuevo humedecida pensando en la situación, Pepa notaba a Julia encima de ella proporcionándole un delicado masaje en la espalda, hombros… y trasero. Sus manos recorrían cada centímetro de su piel y cada vez que se inclinaba hacia delante podía sentir sus pezones erectos que la rozaban. «Date la vuelta», le exigió. Tímida, Pepa se giró hasta encontrarse con la cara de su amiga, quien la esperaba de rodillas y ligeramente echada hacia delante. Tenía sus grandes pechos al alcance de la mano, tan cerca, tan deliciosos y tan inalcanzables.

Julia, que estaba juguetona, cogió un poco de crema y se la untó en la nariz a Pepa. Así, se enzarzaron en una pelea cuerpo a cuerpo, revolcándose en la toalla y tratando de embadurnar lo más posible a la adversaria. «Jugando» empezaron a tocarse mutuamente y «jugando» Pepa pudo comprobar la suavidad de los senos de Julia, que contrastaban con la dureza de sus pezones que iban irguiéndose. Sus sexos se frotaban ligeramente y las dos, inconscientemente, separaban sus piernas para que ese roce fuera más intenso.

Totalmente inmersa en esta espiral de deseo, Pepa desvió su mano hacia la vagina de Julia y, justo cuando iba a introducir dos de sus dedos, esta los retiró, la besó dulcemente y tiró de ella para conducirla al agua.

Se adentraron en el mar y cuando ya estaban poco visibles desde la orilla, volvieron a juntar sus labios, mientras los dedos traviesos de Pepa buscaban bajo el agua el sexo de Julia. A la vez que la masturbaba frenéticamente, mordisqueaba sus pezones salados. Estaban ya muy duros y eso la excitaba enormemente. Entonces, Julia cogió el relevo y masajeó el clítoris de su amiga, que se movía al compás de las olas y del placer.

Alcanzaron las toallas y permanecieron ahí tumbadas un largo rato. Aún a Pepa le quedaba por recibir una última sorpresa aquella tarde: un multiorgásmico cuninlingus durante la puesta de sol.

Andrea B.C.

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