Relato erótico: «Amantes y rivales»

Como cada mañana, Carlos y yo nos dimos los buenos días por Whatsapp acompañados de corazones y emoticonos de lo más ñoños. Quizás porque era viernes o porque llevábamos desde el fin de semana sin vernos, pero los mensajes no tardaron en subir de tono. Nos pasamos el día bien calientes, a la espera de reencontrarnos aquella noche en mi casa.
Él ya me había dicho con todo lujo de detalles lo que estaba deseando hacerme en cuanto me viera y yo se lo iba a poner muy fácil. Eso sí, antes me apetecía jugar un poco con él.
Carlos y yo teníamos mucho en común y éramos muy parecidos. Sin embargo, había una faceta en la que chocábamos: el fútbol. Ambos lo vivíamos intensamente, pero por equipos diferentes. Y no solo diferentes, sino opuestos. Esa noche, mi querido madridista tendría una sorpresita por haber sido tan picajoso conmigo siempre.
Quería recibirle con un atuendo muy especial. Me puse su tanga favorito y una camiseta del Barça. Estaba deseando ver su reacción, pero no se hizo esperar porque, tan puntual como de costumbre, sonó el timbre.
Abrí la puerta y me escondí detrás. Le planté un beso en los labios mientras lo abrazaba. Casi no le había dado tiempo a contemplarme porque fue todo muy rápido, así que cuando me aparté, pude observar su cara de extrañeza.
– Te quitarás eso, ¿no?- me preguntó.
Mi sonora carcajada le dio la respuesta. Ni hablar. Volví a acercar mi boca a la suya y él apenas la entreabría. ¿Se hacía el difícil? ¡Qué emocionante! Le metí la lengua y le agarré el paquete para que comprendiera lo que quería de él. Desabroché el botón de sus vaqueros para poder introducir la mano en sus calzoncillos y acaricié su pene hasta que se puso duro.
Ante esa ofensiva no tuvo más remedio que claudicar, no sin antes intentar deshacerse de mi camiseta. Pero yo no iba a ceder tan fácilmente. Me dio unos azotes en el culo y me levantó hasta colocarme en la mesa con las piernas abiertas. Rodeé su cintura mientras sentía su erección presionar en mi sexo. Él me levantó la camiseta y cogió mis tetas entre sus manos mientras su lengua se deleitaba en mis pezones.
Saqué su polla erecta y acaricié mi sexo con ella, terminando de empapar mi tanga. Después del festín con mis pechos, se bajó hasta mi zona íntima. Le sujeté la cabeza con una mano y con la otra me agarré a la mesa, sintiendo cómo su boca me llevaba al séptimo cielo.
Cuando estaba a punto de explotar, me penetró sin que me lo esperara. Su pene se colaba una y otra vez impaciente dentro de mí. Entre jadeos, le pedía que me diera todavía más fuerte y él así lo hizo. Me folló con tanto ímpetu que hasta la mesa temblaba. Antes de correrse, la sacó y se masturbó unos segundos para eyacular sobre mí. De hecho, sobre mi camiseta.