Relato erótico: «El amigo voyeur»

Como muchas otras tardes, Fabi entró en la habitación de Pedro y dejó su bolso en la silla que había frente a su cama. Se quitó la chaqueta, los botines y se recostó en la cama a esperar a que este trajera algo de picar de la cocina. Era casi una rutina.
Se entretuvo mirando el móvil hasta que escuchó un casi imperceptible “hola” desde el pasillo. Era Marcos, el compañero de piso de Pedro, pasando de largo, sin detenerse a continuar la conversación. De hecho, cuando Fabi levantó la cabeza para responder al saludo, él ya no estaba allí. “Mira que es un chico atractivo”, pensó ella, “pero demasiado tímido”.
Enseguida, apareció Pedro en la habitación y se sentó a su lado sosteniendo un bol de palomitas. Cogió un par de ellas y se las tendió dulcemente a Fabi. Ésta aproximó sus labios y se las quitó de los dedos, sin olvidarse de chupar la sal que quedaba en ellos. Este erótico gesto comenzó a caldear el ambiente.
Dejaron en el suelo el recipiente y decidieron dedicar sus bocas a otros asuntos. Se echaron en la cama sin despegar sus labios, mientras se llenaban de caricias el uno al otro, más castas al principio y picantes poco después.
Pedro desabrochó uno por uno los botones de la camisa de Fabi y la deslizó suavemente por sus brazos. Manoseó sus pechos y jugó con sus pezones, pellizcándolos hasta que consiguió acelerarle la respiración.
Acelerado y, sobre todo, duro estaba su pene. Ella lo frotó de manera pausada hasta que emergió el glande. Notaba cómo su miembro crecía ante sus caricias. Se echó el pelo hacia atrás y se inclinó para comérsela. Restregó sus senos por su verga húmeda deliberadamente hasta empapar sus pezones con aquel líquido preseminal que tanto la excitaba.
Lamió desde la punta hasta los testículos y se la metió entera en la boca. Sabía que a éste le ponía mucho que le mirase con ojos lascivos, así que, clavó su mirada en él mientras su polla también se clavaba casi en su garganta.
Un crujido mínimo, probablemente un despiste de él, hizo que descubriera a Marcos asomado por la rendija de la puerta. Con una tranquilidad pasmosa observaba toda la escena. Fabi, lejos de cortarse, continuó chupándosela aún con más ganas, dedicándole a él también miradas obscenas.
Podía ver su pantalón de chándal abultado a la altura de la entrepierna, lo que la encendió mucho más.
Pedro se puso encima de Fabi y allanó el camino con sus dedos. La chica estaba muy mojada y no podía ocultar su agitación cuando le acarició el clítoris. En medio de sus jadeos, miraba hacia la puerta. Marcos continuaba ahí y no parecía querer moverse.
Se colocó un preservativo y la penetró. Fabi situó sus piernas sobre sus hombros y Pedro de rodillas la embestía con avidez. Se agarró al cabecero de la cama y juntó sus piernas todo lo que pudo para sentir aún más cada incursión en su interior.
Le daba mucho morbo mirar fijamente a Marcos aunque fuera otro quien le estuviera dando placer. Éste tenía la mano bajo su pantalón y la movía frenéticamente, casi al ritmo de ellos. Nunca lo había visto tan fuera de sí.
Llegó al clímax y quedó como ausente unos segundos, con Pedro todavía sobre ella. Permanecieron unos segundos más en esa posición, relajados, exhaustos. Volvió a examinar la puerta, pero Marcos ya no estaba ahí.