La ciencia de los amores de verano

Los amores de verano no son solamente patrimonio de comedias románticas y de la imaginación de avezados guionistas. En realidad, tienen una base científica. Las vacaciones y las horas de sol hacen que nuestro cerebro esté muy receptivo a enamorarse, aunque solamente dure un par de meses y luego toque volver a la rutina.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Cornell, en Nueva York, sostiene que el enamoramiento tiene una importante razón química y biológica a la que nos cuesta resistirnos. Las hormonas activan neurotransmisores como la serotonina, acetilcolina, testosterona, feromonas…, que influyen directamente en el afecto y el deseo sexual, y es en verano cuando son más activas.
A partir de la época primaveral se alargan los días, y es gracias a las horas de luz solar que producimos más hormonas del amor. “La primavera la sangre altera”, ya que incrementamos los niveles de endorfinas, vitamina D y testosterona, la responsable del deseo sexual. Estas hormonas que propician el enamoramiento aumentan en primavera, pero es durante el mes de agosto cuando alcanzan su pico más alto para descender en otoño.
Las horas de luz y las altas temperaturas propician los amores estivales
Aparte de los componentes relacionados con el sexo, el buen tiempo también ayuda a generar más serotonina, la hormona del bienestar, que nos hace estar de mejor humor y más receptivos a las relaciones sociales. ¿Y qué decimos del calor? “El buen tiempo, con elevación de las temperaturas, actúa a nivel del Sistema Nervioso Vegetativo, que reside en la médula espinal, y es involuntario, activando el Parasimpático. Esto genera vasodilatación, con el mismo efecto que el Sildenafilo y Vardenafilo (Viagra y Levitra), producción de erecciones reflejas”, nos explica el Dr. Luís García Fernández.
Por otro lado, las altas temperaturas también permiten que nos paseemos en pantalón corto, holgados vestidos y pocas capas de ropa, esparciendo más feromonas por el ambiente. ¡Todo nuestro cuerpo está preparado para enamorar y enamorarse en los meses de verano!
Además, las vacaciones nos desestresan, visitamos lugares diferentes y todas las actividades de ocio propician que conozcamos a alguien nuevo que nos guste. “Donde está tu atención está tu energía”, afirma la psicóloga Emma García Mendoza. “Durante el año mucha de nuestra atención está centrada en el trabajo, las obligaciones del día a día… y es en verano cuando dicha energía la destinamos al ocio, descanso, vacaciones… La mente se relaja y el foco lo dirigimos al disfrute y al placer, como es el caso del amor, enamoramiento, amores de verano…” comenta. “Además – continúa García Mendoza- nuestras emociones son pura química, y los seres humanos somos yonquis de esa química. La más poderosa es la del amor, entendido, en este caso, el amor en la faceta de “pasión-enamoramiento”. La época estival es el momento más propicio para darnos un chute químico, ya que es cuando disponemos de más tiempo para nuestro disfrute personal. Por eso, al llegar septiembre, ya no tenemos ese tiempo para nosotros y los protagonistas de nuestra atención cambian de manera radical”, comenta.
Los factores vacacionales también son decisivos a la hora de encontrar un amor de verano, en el que nos embarcamos pese a saber que posiblemente se acabe cuando cada uno vuelva a su rutina. ¿Es masoquismo? No, es la ciencia de los amores veraniegos. Pura química.
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