8 momentos que hemos vivido al practicar sexting

A estas alturas de la vida probablemente habréis ya probado las mieles del sexting, esas conversaciones por WhatsApp subiditas de tono. Si estáis afirmando por lo bajini, es posible que hayáis vivido situaciones de lo más bizarras. ¡Nosotras también! Y recopilamos las 8 más comunes. ¡Seguro que os sentís identificadas!
-
Pillada poco sensual
Tiradas tan a gusto en el sofá viendo una serie te llega “la pregunta”: “¿Qué llevas puesto?”. Pues nada, tanto si llevamos el pijama como si vamos hechas unos andrajos humanos tras limpiar los baños o tender la ropa, seguimos el rollo y, casualmente, estábamos en la cama con un conjunto sexy que compramos ayer en Oysho.
-
Usamos una foto de otra en Instagram
Y claro, como estamos en pijama y nos piden una foto concreta, buscamos en Instagram alguna que dé el pego. ¡A ver si cuela! Sólo recemos que no sea seguidor de la misma chica a la que hemos tomado prestada la instantánea. ¡Ups!
-
El autocorrector nos odia
Tan metidas que estábamos en nuestro papel, detallando con pelos y señales párrafos de la mejor época de Barbara Cartland, que la ley de Murphy tenía que aparecer en forma de autocorrector con mala leche. No queda otra que tomárselo con humor.
-
Conversación equivocada
Al menos una vez en la vida hemos enviado un mensaje a la persona equivocada. Si practicamos sexting con asiduidad, las probabilidades aumentan, porque es posible que con la emoción del momento nos despistemos y enviemos una frase subida de tono a quien no toca. Mientras no la reciba nuestro padre, cualquier otra opción se puede solucionar.
-
Lo ha leído y no dice nada
Por fin sucumbimos a sus deseos y enviamos una foto subida de tono, o explicamos alguna fantasía íntima… y no nos responde. O se ha quedado en shock o pasa de nosotras, porque el doble clic azul no miente. A medida que pasan los segundos sin una respuesta todo tipo de venganza se nos pasa por la cabeza. Desde bloquearlo hasta no contactar con él, propuestas que se nos antojan de lo más apetecibles.
-
Vemos una foto comprometida en el lugar menos adecuado
En el metro, en el trabajo, en una cena familiar… Nuestro chico nos envía una foto, la abrimos sin querer y ¡sorpresa! Apagamos el móvil inmediatamente mientras rezamos para que nadie se haya dado cuenta de lo que acaba de pasar.
-
Decimos cosas que jamás haríamos
A veces nos emocionamos tanto que acabamos por decir cosas que no haríamos ni en pintura.
-
Paranoia extrema
Justo cuando acabamos de decir algo comprometedor o después de enviar cierta foto, es posible que nos entre la paranoia y temamos que lo que decimos y enviamos termine en redes sociales. Lo mejor es que nunca aparezca nuestra cara, para que nadie pueda reconocernos.